―Mamá, mami, ¿podéis venir un momento?
Susana está en el salón. Rita, su madre biológica, en la cocina, terminando de preparar la cena, y Gloria, su madre adoptiva, ordenando ropa en la sala de planchar. Al oír el llamamiento de su hija, ambas responden a la vez.
―¿Las dos?
―Sí, por favor.
Rita y Gloria dejan inmediatamente lo que estaban haciendo y se dirigen hacia el salón sin perder tiempo. Saben muy bien que debe tratarse de algo importante, porque en su casa solamente los asuntos de máxima urgencia o prioridad se hablan con la familia al completo. Para todos los demás, a Susana suele bastarle el apoyo y el consejo de una de las dos, según el caso. Al llegar al salón, se sientan en el sofá, una a cada lado de su hija.
―¿Qué ocurre, cariño?
―¿Estás bien?
Susana les toma la mano y les da un beso, mientras Rita y Gloria intercambian una fugaz mirada, sintiéndose intrigadas y un poco desconcertadas. Gloria decide romper el hielo.
―Bueno, ¿nos lo vas a contar ya, o prefieres seguir besándonos primero para allanar el camino?
―Veréis… es que… tengo que deciros algo… pero no sé por dónde empezar…
Ahora es Rita quien toma la iniciativa para tratar de dar confianza a su hija.
―¿Y qué tal si empiezas por el principio?
―Eso, empieza por el principio, es fácil, mira: “había una vez una linda muchacha de dieciocho años llamada Susana, quien reunió a sus madres una soleada y primaveral mañana de sábado para decirles que…”
Rita no tarda en sumarse a la estrategia de Gloria.
―… Para decirles que… ¿ha rayado el coche de su madre en un aparcamiento? Si es eso, no pasa nada.
―No es eso, mamá.
―… Para decirles que… ¿ha suspendido alguna asignatura del primer cuatrimestre? ¿Y qué? Eso también puede ser normal en el primer año de universidad.
―Que no, que los estudios me van bien.
―… A ver… para decirles que… ¿ha roto con su novia? Tranquila, ya vendrán otras.
―Por ahí vas un poco mejor, mamá.
―O sea, que se trata de amoríos. ¡Menos mal! Empezaba a estar preocupada pensando que podía tratarse de un tema de salud, o yo qué sé…
―Venga, niña, dispara. ¿Por qué lo has dejado con Clara?
―Yo no he dejado nada con Clara, es que nunca he tenido ninguna relación amorosa con ella, es lo que estoy tratando de deciros.
Rita y Gloria se miran sin decir nada y con cara de interrogante. Hasta donde ellas suponen, su hija y Clara han estado saliendo juntas durante los últimos tres meses y medio.
―Mamá, mami, soy heterosexual. Hala, ya está dicho.
―¿Hetero… qué?
―Heterosexual, mami. Ya sé que os cuesta mucho pronunciar esa palabra y que siempre habéis creído que yo era lesbiana, como vosotras, pero no es así. Me gustan los hombres.
―Cállate.
―Me gustan los hombres.
―Por favor, no vuelvas a repetirlo.
―Tenéis que acostumbraros: me gustan los hombres.
―¡Nooooooooooooooo!
―Rita, mantén la calma. Y tú, niña, haz el favor de tener un poco más de respeto hacia tu madre.
Susana, entre resuelta y resignada, se levanta del sofá, toma una silla y se sienta en ella, de manera que ahora está frente a sus dos madres, que continúan en el sofá, descompuestas y descolocadas. Rita trata de reconducir la situación.
―Pero, vamos a ver, Susana. ¿Tú estás segura? A lo mejor se trata solamente de una fase pasajera, ¿no?
―Estoy completamente segura, mamá, siempre lo he estado.
―No me lo creo. ¿Para eso te hemos llevado año tras año a celebrar el Día del Orgullo por medio mundo?
―Y yo os lo agradezco, siempre lo he pasado bomba y he hecho muchos amigos, algunos homosexuales, otros no.
―A ver, cuando ves una escena de sexo entre un hombre y una mujer en una película, ¿tú a quién miras?
―A él.
―¿Siempre? ¿Aunque ella sea Angelina Jolie o Sharon Stone?
―Sí, siempre, porque seguramente él será Brad Pitt o George Clooney.
―¡Me cago en la mar! A ver si va a ser verdad que eres heterosexual…
―Pero, ¿has estado con chicas? Si no pruebas una cosa, no puedes decir que no te gusta.
―Y vosotras, ¿con cuántos hombres habéis mantenido relación?
―Ahí nos has pillado.
―Además, estoy saliendo con un chico.
Ahora es Gloria quien no puede contenerse.
―¿Cómo? ¿Que estás saliendo con un chico? Pero… eso… no puede ser… hija…
―Lo que no puede ser es que me estéis diciendo todo esto. ¿Quién os ha metido en la cabeza que yo soy lesbiana? El hecho de ser hija de lesbianas no me convierte automáticamente en homosexual, aunque tengo que decir que en mi clase hay bastantes personas, tanto alumnos como profesores, que sí lo creen. ¿No os dais cuenta de que eso es precisamente lo que muchos querrían? Si yo fuera lesbiana, alguna gente obtusa os acusaría de haberme criado a vuestra imagen y semejanza, de propagar vuestra “semilla del mal”. Además, no sé por qué tengo que dar ninguna explicación acerca de mi sexualidad.
―Bueno, eso es algo que tu madre y yo hemos tenido que hacer toda nuestra vida.
―Lo sé, y me sabe muy mal, y precisamente por eso no deberíais acosarme como estáis haciendo ahora mismo. ¿O es que queréis ser como ellos?
―¡Antes muertas!
―Entonces, lo único que tenéis que hacer es dejarme ser como soy.
―El problema es que, ahora mismo, no sé cómo eres, hija mía. Siempre habíamos creído que eras lesbiana, ¿verdad, Gloria?
―Sí, tienes que darnos un poco de tiempo para asimilarlo, Susana. Entiende que esto ha sido un choque brutal para nosotras.
―Vale, tenéis hasta mañana a mediodía. He invitado a mi novio a comer.
―¿Que has hecho qué?
―Le he dicho a Luis que venga mañana a probar la fantástica paella que preparan mis dos madres a cuatro manos, y me ha dicho que vendrá encantado. Espero que estéis a la altura y que os empleéis a fondo en la paella.
―Pero… mañana es muy pronto, niña…
―Que no, que yo confío en vosotras y sé que no me defraudaréis. Y además, estoy segura de que Luis os caerá muy bien. Es muy simpático. Y ahora, os dejo para que penséis. Mientras tanto, salgo a comprar todo lo necesario para la paella. Vuelvo dentro de un rato. Os quiero. Hasta luego.
Susana se levanta, devuelve la silla a su sitio, coge su bolso y sale por la puerta. Rita y Gloria, sentadas aún en el sofá, se mantienen calladas durante unos minutos, sin mirarse, con la vista fija en la pared. Por fin, Rita rompe el silencio.
―No sé qué hemos hecho mal, Gloria, ¿en qué nos hemos equivocado?
―Tiene razón Susana. ¿Te estás oyendo? Pareces una de esas madres heterosexuales a quien su hija acaba de decir que es lesbiana y no es capaz de aceptarlo. ¿Recuerdas qué te dijo la tuya cuando se lo contaste?
―Perfectamente, como si fuera ayer. Me dijo que qué se le iba a hacer y que, sobre todo, nada de cambio de sexo. No estuvo mal del todo la mujer, teniendo en cuenta la información que había en aquellos tiempos sobre estos temas.
―La mía me dijo que lo aceptaba y que si no tenía hijos tampoco me perdía nada, porque no valía la pena. Queriendo ser comprensiva, me hizo sentir como la peor de las hijas, como una mierda. Ojalá hubiera vivido lo suficiente para conocer a su nieta, a mi hija.
―Entonces, ¿tú crees que hemos sido buenas madres?
―Eso deberíamos preguntárselo a Susana, pero creo que, si nos hemos equivocado en algo, ha sido en dar por sentado que nuestra hija era lesbiana. Ya ves, toda la vida tratando de desmarcarnos del modelo de crianza heterosexual intolerante y resulta que hemos cometido algunos de sus mismos errores. Pero, ¿sabes lo que te digo? Que hasta aquí hemos llegado. Se acabó. Finito. The end.
―¿Qué quieres decir?
―Que mañana conoceremos a Luis y seremos más encantadoras que nunca. Si ese chico hace feliz a nuestra hija, yo ya le quiero como a un hijo.
―Eso sí, a la mínima que oiga un comentario homófobo saliendo de su boca, le echo de casa a patadas.
―Estoy segura de que eso no ocurrirá, Susana es muy sensata y habrá escogido bien.
―¡Ya estoy aquí! ¡Y traigo un pescado fresquísimo!
Es Susana, desde la cocina. Después de colocar en la nevera el pescado que acaba de comprar y de guardar el resto de ingredientes, asoma la cabeza por la puerta del salón.
―¿Puedo pasar, o habéis decidido echarme de casa?
―Qué tonta eres a veces. Anda, ven, siéntate con nosotras. Queremos que sepas que tienes toda la razón, que tu vida es tuya, y tu sexualidad, también.
―Muy bien.
―Y que nos encantará conocer a tu novio mañana.
―Requetebién.
―Eso sí, hubiéramos preferido que fueras lesbiana.
―Ya lo sé, pero quizá pensando más en vosotras que en mí. No me importaría ser lesbiana, de verdad, pero resulta que no lo soy y no puedo fingir ser otra persona. Si os hace sentir mejor, pensad en todos los problemas que me ahorraré siendo heterosexual.
―En eso tienes toda la razón, desgraciadamente… Y ahora, pasemos al apartado final de “ruegos y preguntas”. Por favor, no te maquilles en exceso, porque parecerás mayor y no harás otra cosa que tapar tu belleza natural.
―¿Es que me habéis visto muy maquillada alguna vez? Pues a partir de ahora, igual.
―Y, sobre todo, espero que no se te ocurra nunca convertirte en ama de casa, ¿me oyes?
―No os preocupéis por eso, Luis tiene muy claro que las responsabilidades domésticas se comparten al cincuenta por ciento.
―¿Y qué pasa con Clara? Mira que dejarla escapar así, con lo buena que está…
―No os preocupéis por ella, por lo que yo sé, tiene a todas las chicas que quiere.
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Me gusta esta historia también, algunas veces nos convertimos en eso que tanto criticamos sin darnos cuenta.
Un saludo!!
Es verdad, aunque quiero pensar que no llegamos a ciertos extremos. Por otra parte, las madres lesbianas con hijos que he consultado me han dicho que prefieren que sus hijos sean heterosexuales, porque creen que sus vidas serán más fáciles, y eso me hace pensar que aún estamos lejos de la igualdad. Bueno, seguiremos luchando…
¡Hasta pronto!
Hola Chicas! Estupenda historia Carme.
Ciertamente, como seres humanos estamos acostumbrados a estereotipar para disimular nuestra ignorancia; y a separar las aguas de lo conocido versus lo no conocido para sentirnos seguros. Lo más difícil es justamente lo que tenemos que hacer: luchar contra nuestra propia tendencia a caer en los mismos errores que solemos criticar.
Un abrazo a ambas.
Amelie
Hola, Amelie,
Totalmente de acuerdo. El problema es: ¿cómo hacer que todo el mundo se dé cuenta de ello? Visto objetivamente, es muy fácil, pero en la práctica parece tan complicado que a veces me desespero viendo que todo evoluciona demasiado lentamente… ¡Uf!
Gracias por tus comentarios y hasta pronto.