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-¿Qué más has encontrado? ¿Un pelo rubio y largo en la alfombrilla del baño? ¿Restos de adn en el pomo de la puerta? ¿Llamamos a Stana Katic?

-¡Qué burra eres Helena!

-Dime que te has encontrado con un pelo rubio y largo, por favor. ¡Cómo me gustan las rubias de pelo largo!

-Pues para gustarte…no has dado ni una. Qué poca puntería-dice Olalla.

-Ya. Es que no sé como me lo monto. No tengo suerte en el amor…ni para eso- responde Helena.

Olalla abre una de las puertas que se encuentran en el dormitorio y que desemboca en el vestidor. Helena la sigue. De pronto, se agacha y coge unos zapatos del suelo para después mostrárselos.

-¿Qué hacía Lola en esta casa rodeada de huertos, acantilados, caminos sin asfaltar y en medio de una vía verde, con este pedazo de zapatos de tacón de aguja decorados con cristales de Swarovski? –pregunta Olalla.

-¡Joder! Si yo me pongo eso, se me gangrenan los pies y luego me los tienen que amputar. ¿De qué talla son? –pregunta Helena.

-Una 39.

-Lola tenía un pie más pequeño.

-Lo sé. Una 37. De todos modos, aunque fueran de la misma talla, Lola nunca se hubiera comprado algo así ni borracha. Ni siquiera cuando le dieron el Goya al mejor guión se puso zapatos de tacón.

-Tienes razón. ¿Has hablado con la señora de la limpieza? Ella sabrá algo, ¿no?-continúa Helena.

-A Maya no ha habido manera de sacarle ni una palabra sobre el tema. En principio dice que no sabe nada, que no sabe si estaba con alguien, que nunca vio a nadie mientras estuvo trabajando en la casa, que no recuerda haber visto esos zapatos -dice Olalla saliendo del dormitorio con Helena e irrumpiendo en el pasillo.

-¿No coincidió con nadie que visitara a Lola?

-No. Me juró y perjuró que no.

-¿Nunca se cruzó con alguien?-pregunta Helena.

-Se lo he preguntado cien veces y siempre me ha dicho que no.

-Esa mujer debe de estar aún en estado de shock -responde Helena.

-Igual tienes razón. De todos modos, Maya sólo venía los lunes a limpiar. Tampoco es tan extraño que no viera a nadie.

-Pobre mujer. No me gustaría nada haber vivido esa experiencia. Debe de ser un palo grande-dice Helena.

-Un día de estos iré a verla a ver qué tal está.

-Sí, estaría bien… Bueno, ¿has encontrado algo más?-pregunta Helena.

-Un reloj.

-¿Un reloj?

-Un reloj de oro. Parece una antigüedad-responde Olalla.

-¿Estás segura de que es de oro?

-Sí.

-¿Cómo puedes estar tan segura? A ver…enséñamelo.

Olalla desaparece de nuevo tras la puerta del dormitorio de Lola y vuelve al pasillo llevando un objeto dorado en su mano derecha.

– Lo he llevado a tasar. Me han ofrecido 3.000 euros por él.

– ¡Joder! Que no se te pierda. Igual era de Lola-continúa Helena cogiéndolo con cuidado con dos dedos.

-Nunca se lo vi. Además, he comparado la muñeca del reloj de Lola con la de éste y no son iguales. No era de ella.

-¿Cómo no me has mencionado el reloj antes? ¿Quién se olvida un reloj de oro?-pregunta Helena.

-Ni idea-dice Olalla.

-¿Alguien muy despistado?

-¡Ostras, Helena! Vaya despiste, ¿no?

-O alguien que tenía mucha prisa-responde Helena.

-¿Por qué?, ¿por qué tenía tanta prisa?

-Pues yo qué sé.

-¿Tú qué piensas?-pregunta Olalla.

-No pienso nada. He dicho que igual se lo olvidó alguien que tenía mucha prisa. Igual tuvo una urgencia. Alguien llamó porque había pasado algo.

-¿Cómo qué?-pregunta Olalla mientras desciende por las escaleras seguida de Helena.

-Ni idea.

-¿Qué pudo pasar para que alguien saliera tan aprisa y se olvidara este reloj?

-No lo sé. Olvida lo que te he dicho, de verdad. ¿Has encontrado algo más?

-Unos sujetadores, un vestido, unos vaqueros dos tallas más pequeñas que los de Lola que pertenecen a una mujer muy alta…un tubo de maquillaje de la marca Estée Lauder, un pintalabios, sombra de ojos gris…

-Desde luego, Lola nunca se maquillaba. Por cierto, los sujetadores… ¿qué talla son?

-Una 100.

-¡Qué interesante!-responde Helena con una media sonrisa.

-¿Por qué te lo tomas a guasa?

-Chica, es una pregunta. Además, tú también lo habías mirado, o si no, ¿de qué ibas a saber que eran de la talla 100?

-Te estoy hablando en serio, y tú sigues con tus bromas.

-Ya sabes como soy.

-Sí, y a veces no tienes el don de la oportunidad.

-Olalla, por favor, no te enfades. No era mi intención. Pensaba que te iría bien reírte un poquito-responde Helena.

-Pues no me apetece mucho reírme.

-Ya, ya lo he visto. Perdona. Anda, continúa.

-No importa-responde Olalla.

-Va, no te enfades, venga, que te escucho.

-Pero si me vas a escuchar para responderme en serio.

-Va, venga. Te escucho.

Olalla se queda callada durante unos instantes y luego continúa.

-Bueno, ahora que te he contado todo esto, ¿qué piensas?…. ¿No crees que Lola estaba saliendo con alguien?

-Sí. Tiene toda la pinta-responde Helena.

-¿Y tú no te sentirías con la obligación de decirle que Lola ha muerto? Debería decírselo, ¿no crees?

-Bueno, visto así, estaría bien. Sí, díselo.

-Pero es que estoy totalmente perdida, no sé dónde buscarla, no tengo ninguna pista.

-Sí, la verdad es que lo tienes un poco difícil. Es lo que pasa cuando una no sabe ni el nombre, ni la dirección ni nada…Así es que…no te agobies más, ¿vale? Guarda esas cosas, y cuando venga…se las das y punto.

-No estoy agobiada, es solo que…

-¿Qué?-pregunta Helena.

– No sé. Igual tampoco acabo de entender que Lola tuviera una relación y no me lo dijera…

-Pues, igual porque no tenía nada con nadie en plan serio. ¿Para qué iba a decírtelo?

-Yo creo que era todo lo contrario. No te ofendas, pero creo que Lola estaba viviendo la historia de su vida y no quería que nadie se metiera en ella, ni siquiera yo-dice Olalla.

-Puede. Y no me ofendo. ¿Por qué me tendría que ofender? Lo nuestro empezó y terminó y estuvo bien mientras estuvo bien. De todas maneras, tampoco le des más bola al tema. Ya sabes que solía ser bastante reservada.

-Sí, pero con esta historia…fue más reservada que con las otras y no sé el porqué.

-Pues lo siento pero no puedo ayudarte.

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(Continuará)

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