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Olalla se queda callada mientras ambas entran en el salón.

-De todos modos, supongamos que tienes razón y que Lola hubiera conocido a la mujer de su vida, ¿por qué no la incluyó en el testamento?-pregunta Helena.

-No lo sé.

-¿Me puedes decir por qué no vino al entierro?-continúa Helena.

-No tengo ni idea y eso me preocupa. Hace días que pienso en este tema y te juro que no se me ocurre nada.

-Pues a mí no me parece lógico que tú estés saliendo con alguien, que te enteres de que ha muerto y que no aparezcas el día de su entierro-dice Helena sentándose en el sofá junto a Olalla.

-Bueno…a ver, si nadie sabe que existe…nadie la habrá llamado. A mí eso…no me extraña. ¿Cómo iba a venir? ¿Tú la llamaste?, porque yo no. Lo encuentro bastante normal-responde Olalla.

-¿Y ella no la ha llamado en todo este tiempo? Casi hace dos semanas que murió Lola. ¿No te parece extraño que aún no la haya llamado?-pregunta Helena.

-Puede que lo haya hecho-responde Olalla.

-¿Has mirado su móvil?-pregunta Helena.

-Si, pero no puedo acceder. Me lo encontré sin batería. Lo cargué pero no me ha servido de mucho. No sé el pin-responde Olalla.

– Igual hay cientos de llamadas perdidas de ella-contesta Helena.

-Puede.

-De todos modos, ¿Lola no le contesta y se queda tan ancha?, ¿no viene a ver qué pasa?-insiste Helena.

-Ya. Es muy raro-responde Olalla, pensativa.

-¿Has mirado en su cuenta de correo electrónico? Igual con un poco de suerte podemos acceder a su correo directamente y descubrimos algo más.

-No puedo entrar en su ordenador-responde Olalla.

-¿Tan difícil es la contraseña?

-Aparentemente no, pero ayer perdí unas dos horas…y no pude.

-Te ayudo. ¿Qué tenemos que buscar?-pregunta Helena.

-Un nombre de mujer.

-¿Un nombre de mujer?

-Créeme Helena, he puesto todo el santoral y no hay manera.

-¿Diminutivos?, ¿derivados?

-Todo. He puesto Carmen, Carmencita, Carmenchu, Mamen…Dolores, Lola, Lolita…

-¿Loles?-pregunta Helena.

-Todo. María, Marieta, Mari…

-¿Frida? Ya sabes lo que le gustaba Frida Kahlo a Lola-comenta Helena.

-Es el primer nombre que puse y nada.

-¿Y si es un nombre extranjero?-pregunta Helena.

-Es lo que he pensado.

-¿Un mote?

-Eso también lo he pensado.

-Pues mucho me temo que si tienes razón y estaba con alguien, hasta que no sepamos cómo se llama esa mujer con la que se estaba enrollando…no podremos acceder.

-Lo sé-responde Olalla, mientras observa a Helena que de pronto se ha quedado callada y con el rostro muy serio-¿Qué te pasa?

-Lola nunca puso mi nombre como palabra clave de su ordenador.

-¡Es que tú no tienes una 100 de pecho, tonta!-responde Olalla riéndose.

– Ni unas piernas largas ni esbeltas. Un día dejé de crecer y éste es el resultado. Qué lastimica…ni siquiera llego al metro sesenta y encima no me maquillo, llevo camisetas, vaqueros caídos y este pelo pincho. Con esta pinta, ¿cómo iba Lola a usar mi nombre como contraseña?-contesta Helena.

Olalla ríe.

-Al final te has reído, ¿eh? …a mi costa, pero te has reído.

-Sí-responde Olalla.

-Menos mal. Te prefiero riendo, francamente.

De pronto Helena observa un reloj de pared que cuelga en el salón.

-¿Faltan diez minutos para las doce? Tengo que volver a Valencia. Tengo una comida.

-¡Qué pena! Hubieras podido quedarte a pasar el fin de semana- dice Olalla.

– Pues mira, sí que es una pena. Me hubiera quedado contigo para hacerte compañía. Igual, con un poco de suerte, aparecía esa mujer-dice Helena.

-¿Tú crees que vendrá?

-Bueno en algún momento tendrá que venir a buscar sus cosas.

-Sí pero ¿cuándo?-pregunta Olalla.

-No tengo ni idea, pero que venga antes de que vuelvas a Barcelona porque si no…no va a poder recogerlas…a no ser que tenga llave.

-Igual la tiene, pero si no es así, no importa. Yo voy a estar aquí. No voy a volver a Barcelona en unos cuantos meses.

-¿Y eso? ¿Cuándo acabas las vacaciones?

-No estoy de vacaciones. Me han despedido. Así es que creo que me dará tiempo a conocerla.

-¡Ostras! ¿Hace mucho?

-El mismo día que encontraron muerta a Lola. Las malas noticias siempre vienen de dos en dos-responde Olalla.

-¿Y cuándo pensabas decírmelo?

-Yo qué sé. No he encontrado el momento hasta ahora.

-¿Te lo han arreglado todo bien? Oye, si necesitas un abogado, puedo ayudarte. Un amigo mío es laboralista y de los buenos. Está en Valencia pero seguro que conoce algún buen abogado en Barcelona.

-Gracias, pero ya está todo solucionado. No me han recortado ni un céntimo.

-Pues…tal y como están las cosas, puedes darte con un canto en los dientes. ¿Te apetecería trabajar en Valencia?

-No me lo he planteado, pero no me importaría.

-Entonces, si me entero de algo, te lo digo.

-No tengo prisa. No voy a buscar nada por el momento. Voy a quedarme aquí, al pairo, al menos unos cuantos meses.

-¿Y qué vas a hacer aquí?

-Descansar. Creo que me lo merezco. ¡Ah! y esperar a que venga ella.

-Estoy pensando… ¿Y si le ha pasado algo? Eso explicaría bastantes cosas -dice Helena.

-¿Y si está de viaje? Imagínate que está de vacaciones-comenta Olalla.

-Todo es posible.

 

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Por cierto, hablando de Olalla y Helena, ¿quieres saber qué ocurrirá entre ellas? ¿Tú qué crees? ¡Averígualo ya, no esperes a que te lo expliquen!