Las relaciones lésbicas están plagadas de estereotipos basadas en prejuicios heterosexuales, en conductas sexistas y en roles de género. La sociedad basa su comprensión de su entorno basándose en clichés que no responden a la realidad. Parece que los humanos necesitamos encasillarlo todo en apartados definidos y etiquetados. Así, podemos entender el mundo de forma más sencilla. Pero lo cierto es que las etiquetas y los roles predefinidos, nos limitan como individuos. Y, además, nos dan una percepción muy sesgada de nuestro entorno social. Ya va siendo hora de romper con todo esto y ser, simplemente como nuestra naturaleza más íntima nos lleve a ser.

Las lesbianas y la feminidad

Desde que se empezaron a visibilizar las parejas lesbianas, se extendió el mito de que en este tipo de relaciones se desempeñan un rol masculino y uno femenino. Es decir, una hace de mujer y otra de hombre. Esto se debe a un estereotipo tremendamente sexista y machista, que determina que en las parejas siempre hay un miembro dominado y otro dominante. De hecho es un rol tradicional que se da en la mayoría de sociedades. Se entiende que la mujer responde a un comportamiento más dependiente, emotivo, inseguro y delicado. Y el hombre es el elemento protector, porque es fuerte, independiente, decidido y le gusta llevar el control.  Es frecuente que las mujeres que se muestran seguras de si mismas y presenten un fuerte temperamento, sean tildadas de “marimacho”. Porque hay ciertos rasgos de carácter que parece que no son bien aceptados cuando es una mujer quien los ostenta.

¿Cómo afectan los roles de género?

A veces es muy difícil desprenderse de la presión social. Aún hoy en día, comienzan a cuestionarse, tímidamente, los roles de género. Por eso, no podemos negar que algunas lesbianas, influidas por este mito de la mujer  masculina que cuida de su pareja, han podido copiar, de manera inconsciente este rol, hasta convertirlo en una seña de identidad. También es un modo de reclamo para otras mujeres y una forma de identificarse como lesbianas frente a la sociedad. Todo esto ha llevado a la idea de que las lesbianas se dividen en dos grupos: las masculinas y las femeninas. Y unas se sienten atraídas por las otras.

Lo cierto es que el comportamiento humano es mucho más complejo que todo esto. Y estas clasificaciones tan rígidas solo acarrean frustraciones, discriminación y confusión. Muchas mujeres, lesbianas o no, optan por un aspecto más varonil porque no se sienten identificadas con esa idea obsoleta de lo que significa ser femenino. Lo cierto y verdad es que la tiranía estética a la que se somete a las mujeres es motivo suficiente para querer adoptar cualquier otro rol. Por otra parte, los patrones de atracción sexual son algo individual e íntimo. Responde a cuestiones profundas que apenas podemos controlar. Así que la variedad de parejas bolleras es muy plural. No tiene porqué corresponderse a la tomboy con la femenina. 

No podemos olvidar que los roles de género son un constructo social, es decir, se los han inventado. Nadie, fuera de nosotras, puede definir nuestra identidad. Somos lo que queremos.