El sufragio femenino marcó un momento crucial en la historia de la humanidad, pero sobre todo en la de las mujeres. Por eso, el derecho al voto y a las sufragistas que pelearon por él es siempre un logro que hay que celebrar. Aunque también es importante que no nos olvidemos de que hubo líderes lesbianas que también contribuyeron a hacerlo posible.

Diferencias de opinión entre las feministas


En concreto, destacaron tres mujeres en el movimiento sufragista. Las tres fueron activistas incansables durante gran parte de su vida para conseguir que a las mujeres se les considerase como personas con derecho a participar en las decisiones democráticas. Hablamos de Anna Howard Shaw, Jane Addams y Sophonisba Breckinridge. Su forma de hacer política estuvo claramente influenciada por su propia experiencia vital, y su orientación sexual tuvo mucho que ver. En sus exigencias no intentaban destacar las diferencias entre ciudadanos y ciudadanas, sino que, al pedir el sufragio femenino, luchaban también por la igualdad de derechos para todos.

Como en todo movimiento social, había agrupaciones con líneas argumentales diferentes. El discurso para solicitar el derecho al voto fue cambiando a lo largo de los años. Algunas recurrían a justicia natural y otras trataban de centrarse en las diferencias de género. En 1848 se publicó un documento titulado Declaración de Sentimientos donde se aseguraba que hombres y mujeres eran iguales. Años después, entrado el siglo XX, el movimiento sufragista optó por recalcar las diferencias entre unos y otras. Se llegó incluso a utilizar una comparación entre la política y la limpieza, dando a entender que las mujeres se encargarían de limpiarla. De esta forma, pretendían obtener el apoyo de los hombres.

Después de la guerra civil de Estados Unidos, el movimiento feminista sufrió un cisma. Ocurrió cuando activistas por el sufragio femenino como Elizabeth Cady Stanton o  Susan B. Anthony, se negaron a que se le otorgasen derechos de sufragio a los hombres afroamericanos mientras que a las mujeres negras y blancas, se les seguía negando este derecho.

Tres lesbianas luchando por el sufragio femenino


La National American Woman Suffrage Association, en 1911, nombró vicepresidenta primera a Jane Addams, y vicepresidenta segunda a Sophonisba Breckinridge. Ambas mujeres se incorporaban así al equipo de  Anna Howard Shaw, la ministra que estuvo al cargo de la presidencia de la asociación entre 1904 y 1915. Las tres eran lesbianas, aunque ninguna lo reconoció públicamente. Aunque tampoco lo negaron y era uno de esos secretos a voces que todo el mundo sabía. De hecho la secretaria de Shaw, Lucy E. Anthony, fue también su pareja, colaboradora y apoyo. En cuanto a Jane Addams, mantuvo una sólida y larga relación con Mary Rozet Smith, una filántropa muy popular en aquella época. Breckinridge, por su parte, fue pareja de Edith Abbott, que era decana de la Facultad de Servicios Sociales en la Universidad de Chicago. Todas ellas mujeres independientes, autónomas, inteligentes, libres y luchadoras.

Como sigue ocurriendo hoy día, quienes estaban en contra del sufragio femenino, representaban a estas mujeres como odiadoras de hombres y con un aspecto muy masculino. Ellas lo que hicieron fue todo lo contrario: potenciaron los roles femeninos, vistiendo según los estereotipos y dando fuerza al papel de la mujer como madre y esposa. Breckinridge y Addams fundaron el Club femenino de Chicago y crearon un anuncio donde se mostraba la conciliación del gobierno local y la vida doméstica. Con esta estrategia pretendían hacer ver, que el orden social no se iba a destruir por permitir votar a las mujeres.

El sufragio femenino se consiguió de forma escalonada según cada país. En España hubo que esperar hasta 1931. Pero la lucha feminista no hacía más que empezar.