Hoy te voy a hablar de Oregón, en Estados Unidos y de los años 60. Fue en esa década en la que en este estado norteamericano se produjo un debate que tenía como objeto a las lesbianas y sobre cómo la pena de muerte giraba en torno a las interpretaciones del cuerpo femenino, que cambiaba en función del género. La cuestión era en aquél entonces si la mujer homosexual era víctima o malvada.
Tres condenados a muerte esperaban los resultados de la votación de 1964 en Oregón sobre el fin de la pena capital. Apenas se prestó atención a dos de los reclusos, ambos hombres blancos. Pero una joven blanca, condenada a muerte por su participación en el asesinato de dos niños, se convirtió en el centro de la campaña abolicionista. Jeannace June Freeman fue un símbolo muy poderoso de la injusticia de la pena capital.
¿Víctima o malvada lesbiana sin sentimientos?
Juzga tú misma. El caso de Freeman atrajo tanta atención no sólo porque fue la primera mujer en recibir la sentencia de muerte en la historia de Oregón -con sólo veinte años- sino también porque fue declarada culpable de un crimen excepcionalmente brutal y sexualmente sensacional.
Al principio, Freeman era el tipo equivocado de joven blanca. Era una marimacho de clase trabajadora, tatuada y que vestía de forma masculina. En aquella época, las lesbianas «masculinas» solían ser vistas como una amenaza, pero Freeman se convirtió en una excepción, eso sí, después de su juicio y condena. A medida que se acercaba su ejecución, empezó a ser presentada como una víctima: los abusos sexuales y el abandono de la sociedad la habían obligado a ser lesbiana.
La acusación la mostró como inhumana, un pseudo vampiro
Freeman y su pareja, Gertrude Nunez Jackson, fueron condenadas por el asesinato de los dos hijos pequeños de Jackson, Martha y Larry, en 1961. Jackson se declaró culpable del asesinato de Martha y fue testigo contra Freeman, acusada del asesinato de Larry. La acusación describió a Freeman como un vampiro inhumano que lavó el cerebro a Jackson. Freeman fue condenada a muerte y Jackson a cadena perpetua, un resultado que llevó a algunos a decir que se hizo por ser lesbiana.
La masculinidad y el lesbianismo de Freeman fueron presentados como prueba de su culpabilidad, pero un año después se produjo un cambio en el discurso y la retórica. Su desviación sexual y de género comenzó a servir como prueba de su «daño» físico y emocional. Se presentó como víctima y malvada al mismo tiempo.
La juventud de Freeman reflejó y perpetuó un discurso más amplio que metía en el mismo saco al lesbianismo, el abuso sexual infantil y la delincuencia juvenil. Su crimen y su proximidad a la ejecución atrajo mucha atención pública sobre el abuso y el abandono que había sufrido, fomentando la imagen de las lesbianas -especialmente las jóvenes lesbianas blancas- como desvalidas. En este discurso emergente, el lesbianismo seguía siendo una desviación, pero se interpretaba de forma más comprensiva. ¿Qué te parece a ti todo esto? ¿Cómo te lo habrías tomado tú? Cuéntamelo en los comentarios.
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