¿Sabías que se supone que las lesbianas tenemos el poder del Gaydar? Es la capacidad de identificar a otras lesbianas. Pero hoy te voy a contar un secreto: no siempre funciona. Y cuando falla, lo hace a lo bestia. Pues eso. Tierra, trágame.
Cuando el gaydar dice Sí pero era No
Imagina que estás en un bar con tus amigas y ves a esa chica con camisa de cuadros y un corte de pelo que grita “soy lesbiana«. Tu radar empieza a sonar como loco. «Es una de las nuestras», piensas. Tras una charla en la que mencionas de pasada a tu exnovia, te lanzas a invitarla a salir. ¿Su respuesta? «¡Ay, qué gracia! Yo también tengo una amiga gay. Seguro que te cae genial mi novio, Jorge.» El golpe a tu ego es equivalente a tropezar delante de toda una terraza en hora punta.
Lo peor no es solo el error, sino cómo intentas mantener la dignidad tras haber malinterpretado su estilo, su energía y hasta sus opiniones sobre The L Word. Spoiler: no lo consigues.
La otra cara de la moneda: cuando te confunden a ti
El gaydar no solo falla cuando intentas averiguar la orientación de alguien, sino también cuando eres tú a quien interpretan mal. De repente, una chica en el gimnasio te guiña el ojo entre serie y serie de burpees. ¿Está ligando contigo? No, solo quiere que te muevas porque estás ocupando demasiado espacio. Esa sonrisa que pensabas que era un «me gustas» era solo un «me estorbas». Y tú, como buen desastre emocional, pasas el resto del día replanteándote toda tu existencia.
Otra situación típica: estás en la boda de tu prima y la camarera parece coquetear contigo mientras te sirve el vino. Te armas de valor para preguntarle su número de teléfono, y ella responde: «Qué mona, pero yo soy hetero.» Resultado: tú te quedas sin número y quieres que la tierra que trague.
Amistad y coqueteo son fáciles de confundir
Aquí llegamos al apartado de los gestos amistosos que alguien malinterpreta. No es culpa tuya, es que algunas hetero parecen sacadas de una película de Almodóvar: exageran los cumplidos, te tocan el brazo cuando hablan, y te dicen cosas como «Qué suerte tiene quien te tenga». Vamos a ver, ¿qué esperabas que pensara? ¿Que estabas siendo simpática? Lo siento, pero esa clase de energía tiene consecuencias.
Peor aún es cuando tú haces un gesto amistoso y alguien lo malinterpreta.
Un simple «qué guapa estás hoy» puede ser el equivalente a encender un letrero luminoso de «QUIERO UNA CITA CONTIGO». Luego vienen los momentos incómodos cuando intentas explicarte y solo empeoras la situación. Nota mental: empieza a usar frases más neutrales. Aunque cuidado, eso también tiene su riesgo.
Todas somos humanas y a veces verdaderos desastres
El gaydar es como una brújula mala comprada en un mercadillo: a veces apunta en la dirección correcta, pero muchas otras termina señalando a un árbol o al norte equivocado. Y está bien, porque estos fallos nos regalan historias para contar a los amigos. Si tu radar te falla y acabas queriendo cavar un agujero para esconderte, respira hondo. A todas nos ha pasado eso.
Ningún Comentario