Hace unos días, mientras tomaba un café con una amiga, pensaba en cómo ha cambiado mi percepción de ser lesbiana a lo largo de los años. No pude evitar sonreír al darme cuenta de cuánto ha evolucionado este aspecto de mi vida, pasando de ser simplemente una etiqueta personal a convertirse en una parte integral de quién soy y cómo veo el mundo.

Los primeros pasos de ser lesbiana: Descubrimiento y confusión 

Recuerdo como si fuera ayer esa sensación de mariposas en el estómago cuando vi por primera vez a aquella chica en el instituto. Al principio, no entendía por qué me sentía así. ¿Era normal que una chica se fijara tanto en otra? Pasé noches enteras dándole vueltas a la cabeza, tratando de encajar esas emociones en lo que se suponía que debía sentir.

Fue un proceso largo y, a veces, doloroso. Vinieron las dudas, el miedo al rechazo y esa constante sensación de ser «diferente». En ese momento, ser lesbiana era algo que me definía, sí, pero también algo que me asustaba y que intentaba ocultar.

Salir del armario: Un acto de valentía y liberación

Decidir contárselo a mi familia fue como saltar al vacío sin paracaídas. Recuerdo estar sentada en la cocina, con las manos sudorosas y el corazón a mil por hora. Las palabras salieron atropelladas: «Mamá, papá, me gustan las chicas». El silencio que siguió me pareció eterno, hasta que mi madre me abrazó y mi padre, con lágrimas en los ojos, me dijo: «Te queremos tal y como eres».

Ese momento marcó un antes y un después. Ser lesbiana dejó de ser un secreto para convertirse en una parte visible de mi identidad. Fue liberador, sí, pero también me di cuenta de que ahora formaba parte de algo más grande que yo misma.

Más allá de lo personal: Una comunidad y una lucha

Con el tiempo, me fui dando cuenta de que ser lesbiana no era solo sobre quién me atraía. Era pertenecer a una comunidad diversa, con su propia historia, cultura y desafíos. Empecé a participar en eventos del Orgullo, a leer sobre la historia del movimiento y a conectar con otras personas que compartían experiencias similares.

Otra forma de ver el mundo

Ser lesbiana ha moldeado la forma en que veo y entiendo el mundo que me rodea. Me ha hecho más consciente de las injusticias y más empática hacia otras luchas. Ha influido en mis elecciones profesionales, en mis amistades e incluso en mis gustos culturales.

A veces me pregunto cómo sería mi vida si no fuera lesbiana. Y la verdad es que no puedo imaginarlo. Esta parte de mí ha sido un catalizador para el crecimiento personal; me ha empujado a cuestionar normas sociales y a luchar por un mundo más justo e inclusivo.

Ser lesbiana es mucho más que con quién decido compartir mi vida. Es una forma de ver, sentir y estar en el mundo. Es pertenecer a una comunidad resiliente y diversa.