Cada mes de junio, las calles, las redes y las marcas se llenan de arcoíris. Todo parece celebrar la diversidad, pero… ¿dónde estamos las lesbianas el resto del año? La realidad es que, dentro del propio movimiento LGTBIQ+, seguimos siendo invisibles.
El marketing queer, las series, las películas e incluso los discursos oficiales sobre diversidad suelen centrarse en los gays. Y mientras ellos han conseguido (con todo su derecho) más representación y espacios, las lesbianas seguimos relegadas a un segundo plano, cuando no completamente ignoradas.
La representación de una diversidad que no llega
Cuando las marcas hablan de inclusión, casi siempre muestran una pareja de hombres gays sonrientes y perfectamente integrados en el sistema. Si hay una mujer lesbiana, suele ser en segundo plano, con una estética que encaje en lo normativo o directamente hipersexualizada para consumo masculino.
Pero, ¿dónde están las lesbianas reales? Las que no entran en esos estereotipos, a las que han echado de casa, las que luchan cada día contra la discriminación laboral, las que no tienen referentes en los medios. No somos un accesorio del Orgullo ni una tendencia de marketing. Somos una parte fundamental de la historia LGTBIQ+, aunque a muchos les incomode reconocerlo.
Cultura pop: de la hipersexualización al borrado
Si vemos la televisión o el cine, encontramos dos extremos: o bien las lesbianas son un fetiche para el consumo masculino, o bien simplemente no existen. Hay miles de series y películas con historias gays bien desarrolladas, pero las relaciones entre mujeres suelen quedarse en lo implícito, en lo sugerido, o en tragedias donde todo acaba mal.
Y cuando conseguimos algo de representación, muchas veces se centra en un solo modelo: la lesbiana blanca, delgada y femenina que es “aceptable” para el público general. ¿Qué pasa con las lesbianas de otras razas, las masculinas, las mayores, las que no encajan en la visión mainstream?
El capitalismo rosa y su hipocresía
Cada junio, grandes empresas cambian su logo a los colores del arcoíris, lanzan campañas inclusivas y patrocinan el Orgullo. Pero cuando se apagan los focos, desaparecemos de sus discursos. Peor aún, muchas de estas mismas empresas apoyan políticas discriminatorias o financian a políticos que atentan contra nuestros derechos.
Es importante preguntarnos: ¿nos están apoyando de verdad o solo nos usan para vender más? La diversidad no puede ser solo un eslogan bonito, tiene que traducirse en cambios reales: en oportunidades laborales para personas LGTBIQ+, en apoyo a organizaciones que trabajan por nuestros derechos, en una representación digna y continua en los medios.
No somos una tendencia, somos una realidad
Las lesbianas existimos los 365 días del año. Exigimos espacios, representación y respeto dentro y fuera del colectivo. El Orgullo no es solo una fiesta, es una lucha, y esa lucha no termina cuando acaba junio.
Si realmente queremos una comunidad diversa, tenemos que alzar la voz y recordarles a todos que la diversidad no es completa si seguimos dejando a las lesbianas en la sombra. Y eso, amigas mías, es así. ¿Qué piensas tú?
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