Hoy os traemos la trágica historia de Herculine Barbin, una persona intersexual que vivió en la Francia del siglo XIX. En la actualidad se han conseguido ciertos avances en cuanto al respeto y la tolerancia hacia las diferencias individuales. Aún así, la cuestión de la identidad sexual y de género sigue generando controversias, reacciones hostiles y muchos prejuicios. Aunque la ciencia ha comprobado que la transexualidad y la intersexualidad son simples condiciones genéticas, estas personas todavía tienen que enfrentarse un fuerte rechazo social. 

Amor entre compañeras

Si las cosas están así hoy día, imaginad en la Europa de hace dos siglos donde estas personas eran terriblemente mal vistas y rechazadas de forma cruel y tajante. Este fue el caso de Herculine Barbin, a quien se catalogó como hermafrodita, si bien el uso de este término es científicamente incorrecto. 

Nació en 1838 en una familia pobre y fue bautizada como Alexina. A los 11 años comenzó sus estudios en el convento de las hermanas Ursulinas. Durante los veranos se empleaba como sirvienta en casa de familias adineradas y así ayudaba a su madre a pagar los gastos de la casa. En la escuela todo transcurría con normalidad, si bien comenzó a notar que era un poco diferente a las demás. Allí se enamoró de una de sus compañeras, Lea, y a veces se colaba en su habitación a pesar de los castigos.

Después comenzó a prepararse para conseguir su titulación de institutriz y pasó el examen con resultados sobresalientes. En esta época ya comenzó a notar algunas diferencias físicas con respecto a las otras muchachas, por ejemplo, la ausencia de menstruación y de pechos. También se tenía que afeitar barba y bigote. Se convirtió en inseparable de una compañera de estudios llamada Thécla, despertando algunos rumores, no olvidemos que las relaciones lésbicas estaban prohibidas en esta época.  También se relacionó con una de sus maestras y los sentimientos que despertó en ella le confirmaron definitivamente su preferencia por las mujeres.

Culpabilidad y dolor

A los 19 años comenzó a trabajar como ayudante de institutriz en una escuela femenina y, oh la là, de nuevo se enamoró de una compañera, con quien mantuvo un romance secreto. La madre de Sara, que así se llamaba su nuevo amor, comenzó a alertar a su hija de que estaban teniendo un comportamiento inadecuado. Se decía que Herculine besaba y abrazaba demasiado a Sara. Qué tristeza que se reprendan las muestras de amor, ¿verdad?

Al final Herculine, presa de la culpa, confesó sus tendencias ante un cura, quien le recomendó que ingresase en un convento pero sin hablar de “lo suyo” por que si no no la aceptarían en ninguno. A Herculine no le convenció la propuesta y volvió a la escuela y a los brazos de Sara. Y fue entonces, a los 21 años, cuando comenzó la pesadilla. Unos extraños dolores se empiezan a manifestar en su abdomen por los que decide acudir al médico.

El médico que la examinó quedó sorprendido y espantado pero en vez de hablar directamente con ella, le dijo a la madre de Sara que tenía que echar a Herculine de allí cuanto antes. Sin un diagnóstico claro, se despidió de Sara y contactó con otro médico más cualificado, el doctor Chesnet. Este descubrió que Barbin tenía un cuerpo masculino, una pequeña vagina, un pequeño pene y testículos atrofiados dentro de su cuerpo. Herculine había nacido con órganos genitales femeninos y masculinos. 

Herculine fue identificada como mujer desde que nació y así había vivido durante 21 años, sin embargo los doctores determinaron que debía ser considerada un hombre, al estar sus partes masculinas más desarrolladas.

Evidentemente esto fue un verdadero shock para Herculine, que además de la confusión identitaria, tuvo que enfrentar un brutal rechazo social. Jamás volvió a conseguir trabajo y malvivió como pudo hasta que se suicidó a los 30 años.  Junto a ella encontraron varios diarios que en ese momento pasaron desapercibidos hasta que Michel Foucault los redescubrió y le dio a sus memorias la popularidad que merecían.