Cuando le dije a mi madre que era lesbiana, la destrocé.

Sabía que no lo iba a encajar bien, desde siempre supe que se lo iba a tomar muy mal. Sin embargo, esperaba que, de milagro, ella aceptara y me dijera que me quería, sin importar que mi heterosexualidad desapareciera.

Pero por desgracia, eso no pasó. Recuerdo que la primera vez que le dije que estaba saliendo con una chica me preguntó que si yo era la mujer y ella el hombre. Yo no me creía lo que estaba escuchando, y me pregunté cómo podía el concepto de heterosexualidad afectar tanto a su entendimiento.

Por aquel entonces, aunque yo era muy joven, tenía muy claro que para mi madre la única relación posible era entre hombre y mujer. Pero, aun así, no acababa de comprender por qué este rol de heterosexualidad se me tenía que imponer a mí.

El concepto de heterosexualidad

Esto es algo de lo que parece que muchas personas no se enteran. La heterosexualidad imperante en nuestra sociedad hace que las relaciones entre mujeres se vean bajo este prisma. Eso hace que, a la fuerza, en las relaciones entre lesbianas, una sea el hombre y la otra la mujer. ¡Que no!

Y no era la primera vez que le oía decir algo así. De pequeña recuerdo oírle decir que las lesbianas que están saliendo con «lesbianas machorras» es mejor que salgan con un hombre porque, total, su pareja parece un hombre, ¿no?.

Nunca me lo cuestioné, porque pensaba que si defendía a las lesbianas mi madre pensaría que yo lo era.

Lo que sé ahora

Ahora que soy adulta sé que en la cabeza de mi madre, como en la de otras muchas personas, lo que está grabado a fuego es la heteronormatividad. Esto no es más que el hecho de asumir que la heterosexualidad es «lo normal». Eso es lo que hace que mucha gente diga que lo que tenemos que hacer es dejarnos de tonterías y salir y casarnos con hombres, y tener hijos con hombres. Es por ese motivo por el que, en una relación de mujeres, una de ellas debe ser el hombre.

La heteronormatividad naturaliza tanto la heterosexualidad que cualquier otra relación se ve como una imitación de lo «normal». Entonces, cuando mi madre preguntaba quién es el hombre, estaba asumiendo que estamos usando la heterosexualidad como modelo y que mi novia y yo asumíamos roles de género que la heteronormatividad prescribe a hombres y mujeres.

La frustración que provoca la heteronormatividad

La heteronormatividad puede resultar bastante frustrante, porque anula la identidad. No tiene sentido pensar que si una mujer sale con una «machorra» también puede salir con un hombre. Las lesbianas «femeninas» no son menos lesbianas que las «masculinas», y las relaciones entre mujeres no son sucedáneo alguno de las de hombre y mujer.

Seamos claras. Soy lesbiana y no quiero tener una relación ni romántica ni sexual con un hombre. Y, claro, ni yo ni mi mujer (estoy casada) somos «el hombre» del matrimonio.

Pero cuéntame, ¿te ha pasado esto a ti alguna vez?