Estás tranquilamente charlando con tu amiga de toda la vida, y sueltas un comentario tonto sobre lo bien que huele el café. Ella te mira como si le hubieras leído la mente y suelta: «Es que contigo es diferente… no sé, yo nunca he sentido esto por una chica». Tú, con la taza en la mano y cara de alelada, piensas: ¿Pero qué he hecho yo?. Y ahí lo tienes: el momento en que a su cerebro le ha dado por complicarlo todo sin motivo aparente. Ha llegado el flechazo.

El flechazo provoca cumplidos que se pasan de rosca

«Es que me encanta cómo me escuchas, ¿sabes? No como los tíos, que están todo el rato con el fútbol o mirando el móvil.» Vale, agradeces el cumplido, pero ya empieza a sonar raro cuando añade: «Es que contigo todo parece más fácil… ¿te lo he dicho?». Y tú, mientras tanto, estás pensando si cambiar el tema a la última temporada de The Crown.

Las indirectas que no son nada sutiles

Un clásico cuando tu amiga tiene un flechazo: estáis hablando de planes para el finde, y te suelta, como quien no quiere la cosa, un: «Es que si saliera con alguien como tú, seguro que todo iría mejor». Y ahí es cuando dudas si está intentando proponerte algo o simplemente desahogándose del pesado de su ex. Mejor nos pedimos unas tapitas, ¿no?

La fase de «cómplice» repentina

«Contigo puedo ser yo misma, no sé, hay algo especial entre nosotras.» Claro, amiga, porque llevamos siendo colegas desde el instituto, pero ahora de repente cada vez que te hago un cumplido, me miras como si estuviera escribiendo una declaración de amor. Relájate, que solo he dicho que te queda bien el flequillo nuevo.

El momento “cena y copas”

En las cenas es cuando se lía. Todo el mundo se lo está pasando bien, y esa amiga te mira desde el otro lado de la mesa con cara de cordero degollado: «Eres la única persona que me entiende.» Después, en la sobremesa, se suelta con: «Es que me haces sentir cosas, tía, yo creo que lo mío es algo más que hetero.» Y tú, que llevas toda la noche bebiendo cañas, no sabes si reírte o pedir la cuenta.

El «drama» post-flechazo

Cuando decides hablarlo, porque tampoco quieres que esto se quede raro, ella lo niega todo: «¡Pero qué dices! ¡Si yo no soy así!» Al día siguiente te manda un mensaje: «He pensado en lo que dijiste y, no sé… a lo mejor tienes razón». Madre mía, el drama. Al final todo queda en una situación graciosa, porque tampoco es tan grave, pero eso sí, se lo contará a todo el grupo en cuanto tenga oportunidad.

Final feliz (o casi)

Al final, lo que pasa con estas situaciones es que sirven para partirte de risa. Ella se da cuenta de que no era un flechazo real, solo que estaba cansada de salir con pesados y se dejó llevar. Tú te quedas con una historia para contar en futuras cenas. Y todo sigue igual… bueno, hasta la próxima amiga hetero que decida replantearse su vida por tu culpa.