Historias de 0 def

Ona bajó del taxi. Llegaba diez minutos tarde. Una reunión no planificada la había retenido más de la cuenta. Odiaba llegar con retraso a los sitios, siempre había sido así. Atravesó el pasillo y abrió con sigilo la puerta de la sala en la que se presentaba el libro de Carmen y entonces la vio a lo lejos, detrás de aquella mesa cubierta con una tela de tafetán marrón, al lado de la que supuso era la responsable de prensa de la editorial que en aquellos momentos estaba centrada en la presentación. Estaba igual. Como cuando se reencontraron en Nueva York, en aquel ascensor. Parecía que ni siquiera habían pasado cinco años. Carmen alzó la vista y la miró, luego le sonrió y le guiño un ojo cómplice. Después se giró hacia la mujer que estaba a su lado y que seguía hablando del libro.

-Para quien aún no lo sepa, Carmen López de Olmedo se encontraba ese día en Nueva York, asistiendo a un congreso de psiquiatría y de hecho, el día de aquel ataque terrorista, debía visitar las Torres Gemelas junto a otros colegas psiquiatras. Tras los atentados permaneció en la ciudad como voluntaria en la asistencia psicológica a los familiares de las víctimas, pasando después a formar parte de la plantilla de psiquiatras del New York Psychiatric Institute.
Este libro es el resultado de ese trabajo intenso desarrollado durante los días posteriores a los atentados y hay que decir que tuvo un éxito arrollador cuando se publicó en los Estados Unidos, un año después de los atentados. Zona Cero, recoge testimonios de los familiares de las víctimas de los ataques terroristas del 11S y es un libro que va a servir de ayuda a aquellos que pasen por el trance de perder a un ser querido, a la vez que puede ser un manual excelente para los profesionales de la psiquiatría. Desde la editorial Scince World, nos alegramos de que el público español pueda disfrutar de este excelente libro cuando se cumplen cinco años de los atentados en los que murieron 2996 personas.
Os dejamos ya con la dra. López, a la que agradecemos muchísimo que hoy esté con nosotros y a la que queremos dar las gracias también por su colaboración durante la edición del libro en castellano. No ha sido fácil, teniendo en cuenta la distancia y lo difícil de compatibilizar su trabajo con la traducción de este libro. Así pues quiero darle las gracias por su entusiasmo y su dedicación, de parte de la editorial Science World.

Aquella mujer dio paso a Carmen, entonces ella habló de su experiencia durante aquellos días de septiembre del 2001, de todas aquellas historias a las que tuvo que acercarse. Miles de vidas truncadas, esperanzas rotas, dolor…pero también recordó aquel accidente en el que murió su madre, aquel día fatídico tras el cual tuvo que aprender a vivir sin ella y explicó que escribir aquel libro también le había servido de terapia. Ona se sintió muy cerca de Carmen. Le pareció retroceder a aquél momento en el que ella se despertó y descubrió que su madre ya no estaba y que nunca más estaría y entonces pudo sentir su tristeza, la desesperación de aquellos días, la soledad, su pérdida de rumbo. Cuando terminó aquella presentación se acercó a ella y la abrazó sin apenas decirle nada, tan solo le dijo al oído:

-Lo siento.

Carmen se mantuvo abrazada a Ona durante un minuto, como si de repente se diera cuenta de que siempre le hizo falta aquel abrazo, sólo aquel abrazo que no recibió en su momento y que ahora, años después Ona le daba.

-¿Qué vas a hacer ahora? ¿Cenamos?-le dijo Carmen

-Claro. Me muero de hambre.

-Quedémonos un poco más, nos tomamos una copita más de vino y luego nos vamos ¿vale?

-Vale.

A las 9 pm, cuando todo terminó, Ona y Carmen cogieron un taxi y subieron al Tibidabo para tomar una primera copa en el Mirablau antes de cenar. El cielo había empezado a cubrirse de nubarrones y la luna había desaparecido detrás de ellos, pero a pesar de ello, cuando se sentaron cerca de los grandes ventanales desde donde se veía toda una ciudad, Carmen observó Barcelona con nitidez, iluminada por miles y miles de luces trazando cuadrículas perfectas y a lo lejos, la silueta de los edificios que conformaban el frente marítimo.

-¿Sabes que esta mañana he visitado el edificio en el que viví antes de irme a Madrid? Le he pedido al taxista que antes de llevarme al hotel pasara por allí. Era tal y como lo recordaba.

-¿Y cómo ha sido?

-No sabría decirte. He sentido demasiada nostalgia. He tenido que marcharme.

-Me imagino.

-Por cierto, mi antigua casa estará igual, pero esta ciudad no se parece a la Barcelona que yo conocí. ¿Qué son aquellos dos edificios de allí, frente al mar? Parecen las Torres Gemelas.

-¡Qué va! No son ni la mitad de altos de lo que eran las torres. El de la izquierda es la Torre Maphre y a la derecha, el Hotel Arts. Los construyeron para las olimpiadas del 92.

-No reconozco Barcelona. Me parece otra ciudad. No la recordaba así. Se debe de vivir bien aquí.

-¿Aquí?… Se vive de puta madre. ¿Cuándo te marchas?

-El viernes -respondió Carmen.

-Entonces, me quedan 4 días para enseñártela. Mañana por la noche, podemos ir al Barceloneta a cenar.

-¿Qué es eso?

-Un restaurante desde donde se ve uno de los puertos deportivos de Barcelona.

-Por favor… ¡sí!…me han dicho que está muy bien toda esa parte.

De pronto Ona vio que Carmen la miraba, como aquella primera vez en la que la miró, como aquella noche en Nueva York, apartándose aquel flequillo que seguía cubriendo su ojo derecho sin remedio. Ona se sonrió.

-¿De qué te ríes?- le preguntó Carmen

-Tú y esa forma de mirar.

-¿A lo Terminator? Puede. Bueno es que de repente me ha apetecido besarte como aquel día en el jardín-le respondió Carmen

Ona sonrió.

-Ya. Estaría bien pero no creo que éste sea el mejor sitio.

-Para besar a alguien todos los lugares son buenos-Comentó Carmen.

-¿Así que el día que me conociste me hubiera dado un beso? Nunca me lo habías dicho.

-Tampoco hace falta que te lo diga todo-le dijo Carmen.

-Ya. Pues a mí no me gustaste entonces.

-Porque estabas gilipollas. Si me hubieras mirado bien, seguro que también hubieras tenido ganas de besarme. Pero como que aún estabas en tu época hetero chunga con aquel imbécil de tu novio…pues no te fijaste en mí- le dijo Carmen

-Igual fue eso.

-Claro mujer. Si hubieras estado por lo que tenías que estar, te hubieras enamorado de mí en aquel momento, como hice yo de ti. ¿Cómo no te diste cuenta de que soy lo más?

-Porque me di cuenta después. Tampoco te creas que tardé mucho. Carmen…

-¿Qué?

-¿Por qué no me has preguntado nunca cuándo me di cuenta de que había dejado de querer a Maite?

-No lo sé. ¿Cuándo te diste cuenta de que habías dejado de quererla?

-Cuando volví de Nueva York. -le dijo Ona.

-Sí, Nueva York es como un punto de inflexión ¿no?

-Si-respondió Ona.

-Estoy de acuerdo. Nueva York fue como abrir la caja de Pandora

Carmen la miró fijamente, directamente a sus ojos. Le cogió las manos mientras pensaba que deseaba acercarse a su boca.

-¿Qué vas a hacer?

-Voy a acercarme más y te voy a dar un morreo directamente-le dijo Carmen.

-Aquí no.

-Va a ser que sí.

-No por favor, nos están mirando. Me pone enferma que la gente mire descaradamente- respondió Ona.

-¿Quién mira?

-Unos que están allí enfrente. Tú no puedes verlos.

-Pasa de ellos. Igual te miran porque piensan que estás buenísima.

– No. Nos miran porque piensan: Sé que sois bolleras-respondió Ona.

-Es que lo somos.

-Ya. Pero yo no miro a nadie diciéndole a los ojos, sé que eres hetero.

-Ya lo sé. Pero las cosas están montadas así.

Carmen se levantó de su taburete y se acercó a Ona y entonces la besó.

-¿No quieren temita para hablar? Ahora podrán decir: sabía que eran bolleras. Anda, vamos. ¿No me ibas a llevar a uno de tus restaurantes favoritos?

Pagaron sus copas y salieron del Mirablau, Carmen le agarró la mano mientras cruzaban la calle para entrar en el restaurante La Venta, Ona apoyó la cabeza en su brazo y se cogió a su cintura. Antes de entrar Carmen se aproximó a su oído.

-¿Estás segura de que tienes hambre?-le dijo Carmen.

-¿Tú tienes hambre?

-A mí como que se me ha pasado.

-A mí creo que también se me ha quitado de golpe. Hace 10 minutos hubiera matado por unas cocochas de merluza y ahora no tengo ni hambre. ¿Vamos a mi casa? –le dijo Ona

-¿Quieres venir a mi hotel?

-No me gusta follar en hoteles-respondió Ona.

-¿Y eso?

-Una manía como otra.

-Pues no la conocía.

-Es que tú y yo nunca hemos follado en un hotel. Tampoco es que haya follado mucho en hoteles pero no sé…no me gusta.

-Bueno, ¿aquel Bed and Breakfast de Londres cuenta como hotel?-le preguntó Carmen.

-¿El de los angelitos de porcelana?…creo que no.

-Es que entonces lo entendería todo perfectamente.

(Continuará el viernes próximo)

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