A pesar de que se había retirado muchos años atrás, todavía la llamaban a menudo para entrevistarla. Siempre fue un referente del deporte femenino y uno de los pocos casos de éxito fuera del armario. Beth Lesby Ann nunca se escondió de nada ni de nadie, vivió su vida como quiso, haciendo lo que más le gustaba: deporte. De niña iba al colegio corriendo en lugar de subirse al autobús como hacían todas sus amigas. Llegaba sudando, pero en forma. Se duchaba en el gimnasio de la escuela y empezaba el día con energía. En el instituto capitaneó el equipo femenino de atletismo, y sus dotes físicas le valieron una beca para la mejor universidad estatal. Empezó a competir como profesional siendo adolescente, aunque nunca descuidó sus estudios. Pronto inició una carrera meteórica que combinó diversas disciplinas deportivas y la llevó a subirse a lo más alto del podio en todo tipo de competiciones internacionales.
Hoy, a sus setenta y cinco años, muestra con orgullo sus trofeos a una periodista de Sports Illustrated. Le cuenta que ganó la copa del Campeonato Europeo de velocidad a los veinte años. Nadie llegaba antes que ella a la meta, y la meta era, por lo general, una mujer bellísima que la esperaba en la cama. Una no, muchas. De los veinte a los veinticuatro corrió como una gacela de cama en cama, pero las mieles del triunfo duraban más bien poco y se cansó de tanta promiscuidad sin contenido. Más tarde probó suerte en los 400 metros vallas, quería ver si era capaz de aprender a sortear obstáculos. Fue bronce olímpico, pero no pudo saltar las barreras que se levantaban entre ella y sus amantes una y otra vez y que le impedían llegar a la felicidad. Hacia el final de su carrera deportiva, pasados los treinta, descubrió el maratón. La velocidad y los obstáculos ya no le interesaban, y además, no le habían aportado nada. Como corredora de fondo llegó a lo más alto, pulverizó todos los récords y se mantuvo imbatible hasta los treinta y ocho. Pero tampoco ganó el premio que tanto ansiaba, sus amantes no aguantaban y abandonaban a media carrera, unas veces porque sus condiciones físicas no estaban a la altura, otras por falta de preparación psicológica. Se retiró a los treinta y nueve y abrió una cadena de ropa y complementos deportivos para mujeres.
Al final de la interviú, la periodista la invitó a definir su trayectoria en pocas palabras, y Beth Lesby Ann respondió sin titubear.
—De nada sirve ganar cuando el premio no es el esperado. Y ahora, si me disculpa, es un poco tarde. Tengo que tomar la pastilla para el corazón, y luego, merendar.

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