La regidora de plató indica a la conductora que estarán en el aire dentro de tres segundos. Lo hace manteniendo tres dedos de la mano derecha alzados y bajándolos uno por uno hasta quedarse con el puño cerrado simbolizando el número cero. Al encenderse el piloto rojo de la cámara uno, la conductora muda su expresión, hasta entonces más bien pesarosa, para mostrar a la audiencia su rostro más jovial, dinámico y amigable. Inicia su discurso sin esperar a que se apaguen los aplausos del público, inducidos también por la eficiente regidora, que tiene una increíble capacidad para estar en todo.
—Muy buenas tardes, amigos y amigas, un día más os hemos preparado un programa repleto de historias que os emocionarán, que os llegarán al alma, que os harán vibrar compartiendo vivencias y sensaciones con nuestros invitados de hoy. ¿Estáis listos para reír con nosotros? ¿Para llorar? ¿Para sentir? ¿Sí? Pues entonces, recibamos a nuestra primera invitada de la tarde. Se llama Nora y viene de Algeciras, tiene treinta y nueve años y dice que se siente traicionada por su novia Juana. Un aplauso para Nora. Bienvenida, Nora.
Nora, una chica más bien tímida, de constitución delgada y aspecto frágil, está sentada en una enorme butaca roja escuchando atentamente la presentación de la conductora. Al oír los aplausos dirigidos a ella, se siente fuera de lugar y un poco contrariada.
—Hola, Doris —contesta Nora lacónicamente al saludo de la conductora.
—Uy, Nora, —continúa Doris Light, la presentadora— te noto la voz un poco triste, ¿estás bien?
—Sí, estoy bien, es sólo que no esperaba que me recibieran con un aplauso.
—¿Ah, no? ¿Y por qué no?
—Pues porque se aplauden las cosas felices, y yo he venido aquí a hablar de mi problema, que es más bien triste, Doris.
—Bueno, mujer, pero hay que echarle valor y alegría a la vida, ¿no? A ver, Nora, cuéntanos por qué estás triste. ¿Qué problema tienes con Juana, tu pareja?
Al oír el nombre de su mujer, Nora rompe a llorar mientras intenta contestar la pregunta entre sollozos.
—Es que… creo que… se ha acostado con un hombre…
Exclamaciones de sorpresa e indignación entre el público, que la regidora intenta acallar mientras la conductora trata de sacar jugo a la historia de Nora.
—Vaya, Nora, si eso fuera cierto estaríamos hablando de una infidelidad. ¿Y por qué crees que Juana ha mantenido relaciones sexuales con un hombre?
La invitada contesta ahora con total entereza y con un punto de rabia. Ya no hay lágrimas en sus ojos sino más bien un destello de despecho.
—Porque huele diferente.
—¿Cómo que huele diferente? ¿A qué huele Juana, Nora?
—A leña de otro hogar.
—¿Qué quieres decir con eso, exactamente?
—Que huele a macho.
—¿A macho? —repite la conductora, desconcertada, y Nora, un poco harta de la actitud de la estrella del show, responde ahora categórica haciendo alarde de una autoconfianza que hasta entonces había sido incapaz de mostrar.
—A macho, sí. ¿O es que no sabe usted que machos y hembras huelen diferente? Los hombres huelen a madera y a jengibre, y las mujeres, a una mezcla de jazmín, canela de Ceilán y cedro de Virginia. Si no lo sabe es porque quizá nunca ha olido a una mujer. ¿Lo ha hecho, Doris?
La conductora, un poco turbada y plenamente consciente de que seguir por esa vía puede hacerle perder los papeles, opta por reconducir la situación.
—Bueno, Nora, no creo que eso sea relevante para nuestro programa de hoy. Volvamos al tema que nos interesa. Digamos que Juana te ha sido infiel con un hombre y que esta tarde logramos confirmarlo. ¿Qué estás dispuesta a hacer en ese caso?
—Si Juana confiesa que me ha puesto los cuernos con un hombre, la dejo.
Ante una declaración tan suculenta desde el punto de vista de la telebasura, la conductora se relame mientras se frota las manos y continúa el interrogatorio.
—¿Pondrías fin a vuestra relación hoy y aquí, en vivo y en directo, Nora?
—Sí.
—De acuerdo. Gracias por tu testimonio. Ahora, si te parece bien, llamaremos a Juana, que ha venido engañada al programa pensando que hablaríamos con ella sobre los secretos del macramé, para que podáis hablar las dos.
La conductora mira de nuevo a su cámara para anunciar la llegada de Juana, la siguiente invitada, quien no tarda en aparecer por la puerta central del plató. Juana, alta, fuerte y desgarbada, camina con confianza, segura de sí misma, pero se para en seco y a punto está de dar un traspié al ver allí a Nora, sentada en su butaca roja. Superada la primera impresión, Juana sigue andando y se sienta en un butacón verde situado justo al lado de Nora, no sin antes darle un beso en los labios sin demasiada pasión. Antes de que la conductora pueda decir nada, Juana se defiende atacando.
—Perdona, Doris, pero yo no he venido aquí a esto, yo venía a hablar de macramé. Si llego a saberlo, me quedo en casa. No deberíais engañar a la gente de esta manera.
Pero la conductora, que acumula muchas horas de directos, sabe perfectamente cómo dominar de nuevo la situación.
—Juana, cariño, no te enfades, ¿no ves que Nora, tu mujer, te ha traído aquí porque necesita hablar contigo?
Y Juana, todavía contrariada, se dirige ahora a Nora para recriminarle el engaño.
—Joder, Nora, ya te vale. ¿No podías decirme lo que tengas que decirme en casa?
—No, Juana, mejor aquí, delante de toda España. Quiero que me digas si te has tirado a Paco el de la tocinería.
Llegado este punto, la conductora se retira y deja que siga el diálogo entre las dos invitadas, esperando que los índices de audiencia suban más y más a medida que las dos mujeres se enzarcen, como es de esperar, en una acalorada discusión verbal. Juana duda un momento antes de contestar.
—Pues sí, he estado con Paco, ¿y qué?
—¿Y me lo dices así, con esa desfachatez? ¿Es que no tienes vergüenza, tú?
—Cálmate, Nora, lo he hecho por nosotras.
Pero, en lugar de calmarla, el comentario de Juana enfurece más todavía a Nora.
—¿Cómo que por nosotras? ¿Estás loca, o qué es lo que te pasa? Estas cosas no se hacen por nadie más que por una misma. Tenías ganas de comerte una polla y lo hiciste, sin pensar que me estabas haciendo daño, al menos ten el valor de admitirlo.
Juana se mantiene serena, y se diría que se adivina una sonrisa en sus labios.
—Nora, pensaba decirte esto en casa, tranquilamente, tomándonos unas cervecitas con unos taquitos de Jabugo, pero ya que me has traído a este circo, vamos a dar el espectáculo que se espera de nosotras, que para eso hemos venido. Estoy embarazada, Nora.
Más exclamaciones de sorpresa entre el público y primer plano de la conductora para que todo el país pueda ver su fingida cara de asombro. Y Nora, desmontada.
—¿Cómo que… estás… embarazada?
—Lo estoy, de tres meses a partir de mañana, que es cuando pensaba decírtelo, antes no, por si la cosa se torcía. Vamos a tener un bebé, Nora, como siempre quisimos, sobre todo tú. ¿No estás contenta? ¿Entiendes ahora por qué me acosté con Paco el de la tocinería? ¿Crees que lo pasé bien mientras lo hacíamos? Pues te equivocas, pasé un rato muy malo mientras estaba tumbada debajo de él, y si escogí a Paco fue precisamente porque tiene fama de eyaculador precoz, para procurar que todo ocurriera lo más rápidamente posible. ¿Lo entiendes ahora, cariño?
Por indicación de la regidora de plató, que recibe órdenes desde realización, Doris Light interviene en la trifulca.
—Señoras y señores, esta historia acaba de dar un giro inesperado. Parece que Juana sí ha hecho lo que ha hecho pensando en su mujer, Nora, y en su futuro como madres. Sepamos qué piensa Nora de todo esto. Nora, ¿cómo te sientes en este momento?
Nora está llorando de nuevo, pero no de tristeza sino de risa esta vez, y mientras se seca los lagrimones que le caen por las mejillas trata de responder a la conductora.
—Pues mira, Doris, ahora mismo me siento un poco idiota, pero creo que Juana se sentirá más idiota todavía cuando le cuente lo que había venido a decirle también hoy.
—Ah, ¿entonces tú también querías confesarle algo a tu pareja, Nora? —pregunta la conductora con curiosidad teñida de morbo. Y Nora, con una mano de Juana entre las suyas y sin poder parar de reír, informa a su pareja y al país entero de que también ella está embarazada, le explica que el último intento de fecundación, después de varios fracasos anteriores, ha funcionado y que la semana que viene cumple los tres meses. Después le dice que le parece estúpido lo que ha hecho, que tenía que habérselo consultado antes y que le está bien empleado el mal rato que pasó con Paco el de la tocinería.
—Entonces, ¿vamos a tener dos bebés, Nora? —pregunta Juana, descolocada por completo y con los ojos abiertos como platos de puro asombro.
—No —contesta Nora— tú vas a tener el tuyo y yo el mío. Aquí se separan nuestras vidas, Juana. Como dice Rosana en su canción, “ojalá que te vaya bonito”.
—Pero… ¿por qué, cariño? —suplica Juana.
—Porque las cosas no se hacen así, Juana. ¿Y sabes qué más te digo, ya que hablamos de lo que hacemos por los demás? Que aquello que te hago con la lengua allí abajo, ya me entiendes, aquello que te gusta tanto y que te vuelve loca de placer, lo aprendí de Reme la pescadera.
—¿La del mercado central?
—La misma, ella me lo enseñó un día después de cerrar su puesto. También lo hice por ti, cariño, para que estuvieras más contenta, y creo que lo conseguí, ¿verdad? Adiós, Juana.
Sin decir más, Nora se levanta y se dispone a abandonar el plató. La conductora intenta evitarlo rogándole que se quede, y entonces Nora da media vuelta y se dirige hacia Doris. Se para a su lado, muy cerca de ella, y le olisquea la parte del cuello y los hombros antes de emitir su sentencia y salir por la puerta central del plató.
—Hueles a madera y a jengibre, Doris. No hueles a mujer, hueles a macho.
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